miércoles, 10 de agosto de 2016

Crónica 2 (Marcos Quilumba)

La capital
El señor Godínez
No basta con imaginarnos la crueldad de la cotidianidad del señor Godínez.
Ayer, caminaba por la calle y uno de sus personajes con su mirada infeliz, entro en mis ojos como perro por su casa pero se quedó en su sitio como este sin la misma: el señor Godínez.
Vive en la capital más obscura. Su dirección es la Bolivia entre las avenidas 10 de Agosto y América. Godínez, vive en las paradas como un pobre diablo esperando a que pase el trolebús del milagro. Tiene una muda de ropa que atrae a las moscas, no tiene familia y se alimenta de limosnas. 
Así es Juan Carlos Godínez quien en las aceras deambula. Todos van al supermarxi. Él, a los latones de basura. Sus dedos son amarillos, sus cigarros son pequeños y una que otra burla siempre le interrumpe el sueño. Dos sacos de latas, uno de trebejos, una barba blanca y larga que oculta cien mil secretos. En ocasiones, hablando solo se le ve y dejando en cada gesto su última gota de fe. La gente lo observa, sonríen, lo señalan pero a este señor Godínez le resbala porque sabe que en el fondo “todas estas personas cuando tienen oportunidad también hablan solas”. Y que además, los que más se ríen de él no saben que desempeño un importante papel en el pasado, que es estudiado, que fue un gran hombre; a pesar de que nadie ya recuerda su nombre pero así es la vida de mal agradecida y cruel. Hizo mucho por una patria que no hizo nada por él.
Godínez anda en los jardines donde no crecen las flores. En una caneca sumerge sus líos, combate el frío y a cada cierto tiempo se asea en los ríos. Se lo ve solo a diario, en cualquier barrio, escogiendo un buen lugar donde dejar caer el cuerpo y liberal algo llamado espíritu que con ímpetu desde su juventud llenó de luz, como planta de energía solar que nadie supo aprovechar, y se quedó estancado como agua de pozo o como algún que otro intento de revolucionar filosofías que plantean la igualdad pero crean la diferencia.
Godínez, es como uno de esos días muy nublados en los que no llueve aunque haya relampagueado y hoy se ha despertado mirándose desde afuera en una de esas aceras que tanto hemos caminado. El señor Godínez siempre estuvo a la vista y como él hay muchos vamos a ser realistas. Ustedes se podrán hacer los ciegos pero la realidad no se tapa con hoteles nuevos y menos si son para turistas.
No me dejan más opción que creer en lo que veo y no ver la televisión. Si cree en la revolución las calles camine para que vea cuantos señores Godínez hay afuera de los cines sin hogares y sin sueldos. Matando el hambre con lágrimas y recuerdos.
Por favor, ayudemos a estos seres que nada tienen, que a nadie tienen y que en estos instantes mismo se mueren. Más que llevarlos para un alberge y ponerles tratamiento es darles esa mano que les ha faltado tanto tiempo. Quizá tú te preguntes con toda tu razón ¿qué he hecho yo por el señor Godínez? Yo Puedo responderte, al menos una oración. 
Frase: “todas estas personas cuando tienen oportunidad también hablan solas”. (Godínez J., 2016).

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