domingo, 14 de agosto de 2016

Crónica Daniela Coral

La vida cuando se trabaja armada de valor.
¡Adentro, que se cierran las puertas!
Con solo dieciocho años empezó a trabajar en la Cárcel de Mujeres de Quito. Fue una adolecente que tuvo que trabajar veinticuatro horas pasando un día durante doce años, con personas privadas de su libertad.
Gacela, el seudónimo con el que prefiere que se la llame, es oriunda de Santa Rosa, una pequeña ciudad de la provincia de El Oro. Llegó a los diecisiete años a la ciudad de Quito. Empezó a contarme sus anécdotas en la sala de su casa. Ella sacó un álbum de fotos viejas, pequeño, con un forro amarillo y con un poco de polvo. Tenía dieciocho  años cuando entro a trabajar a la Cárcel de Mujeres de Quito.
Se detuvo por un momento y me dijo “Mijita de tanto hablar creo que nos va a dar hambre, ¿Quieres un cafecito con pan?”. Acepté rápidamente. Y mientras ella se dirigía a la cocina a preparar un café de chuspa traído directamente de Loja, decía “desde que llegue a Quito supe que las cosas no iban a ser tan fáciles. Sabía que tenía que trabajar de lo que sea.”
En julio de 1987 Gacela decidió vivir en Quito junto con su hermana mayor Beatriz. Gacela entro a la Universidad Central. Empezó a estudiar Psicología Educativa. Pasaba el tiempo la vida se ponía más dura. No encontraba trabajo. No tenía ni para los pasajes me cuenta entre tristezas. “Me discriminaban por ser de la costa y tener dieciocho años”.  A través de una doctora que conocía a   Beatriz  obtuvo el trabajo en la Cárcel de Mujeres. “Su nombre era Susana López, era amiga del director de la institución. Ella tenía “palancas”, entonces recuerdo tan claramente que me pidió mi carpeta y no tenía ni fotos. ¡No tenía fotos! Y como esta doctora era así como alborotada, me dijo:”!Ya ándate al Ejido a tomarte las fotos! !Y vuelves rapidito!”
Y es así que el 20 de enero de 1988, Gacela entró por primera vez a la Cárcel de Mujeres. “Después de la llamada de este director, yo, cogí una maleta y fui a la cárcel que quedaba en el Inca. Yo pensé que nos iban a dar un curso, nos iban a entrenar o algo. ¡Nada! De una a trabajar en los pabellones a cuidar internas.” Presas, Internas, PPL (Personas Privadas de la Libertad): nombres con los que se les designaban a las mujeres que tenían algún delito y estaban dentro de la cárcel cumpliendo una sentencia. Violencia, drogadicción, muerte, robos, crímenes son las causas más frecuentes por las cuales las mujeres estaban detrás de las rejas.  En el CRS (Centro de Rehabilitación Social)  El Inca cumplían su internamiento 728 mujeres, aunque la capacidad era de 370, lo que significaba un hacinamiento de casi el 100 %. “Los primeros días eran durísimos. ¡Me daba miedo!. Yo lloraba al principio. Salía de la guardia, me encerraba y lloraba.”
Gacela trabajaba 24 horas, pasando un día. Y se acostumbró al horario. “Un día trabajaba y otro día descansaba y así durante casi 12 años. A las 6 de la mañana ya tenías que estar lista para dar el desayuno, hacer que las internas limpien los patios, arreglen sus celdas, cosas así.” Entre risas, poco a poco Gacela va entrando en confianza y comenta “en la cárcel no hay rutina. A veces me ponían de turno en las canchas. Y en las canchas tenía que controlar las lavanderías.  Y cuando ya las internas subían a sus celdas, me tocaba revisar los tanques de agua, porque a veces se escondían ahí para fugarse. Al final del día les decía: ¡Adentro, que se cierran las puertas!, y cuando revisaba que estaban todas, cerraba los picaportes y ponía los candados”.
“Son 25 años que yo trabajé en la cárcel. Cada interna es un mundo. Tengo muchas anécdotas porque tú convives con ellas, pasas la mitad de tu vida junto a ellas. Mientras ellas pagan su sentencia, tú las custodias.” Abrió el  álbum de fotos. Por primera vez con uniformes nuevos se veía en la primera hoja del álbum. Al voltear la página del álbum se encontró con la foto junto a Rosa María Cajas. Y empezó a relatarme su anécdota con ella. Rosa Cajas fue una de las encarceladas por ser militante en “Alfaro Vive Carajo”. “Me acuerdo clarito que yo como era pelada y me mandaron al juzgado con ella. En ese tiempo nada de esposas, ni nada. Con ella ya teníamos un grado de confianza. Entonces a la salida del juzgado me dijo: “Vamos a mi casa a comer”. Y yo dije: “bueno, pero solo a comer”. Ese momento no medí el peligro. Solo fui confiando en Dios. Fuimos a la casa de la mamá, nos dio de comer, nos atendió bien. Hablaron un rato. Y cuando ya era la hora de regresar, cogimos un taxi y regresamos a la cárcel. Gracias a Dios no pasó nada.” Al escuchar su anécdota no podía quedarme callada y le pregunte ¿­­Cómo fue posible que no les mandaran en un carro de la policía? Solo se sonrió.
Me trasladaron al Centro de Rehabilitación Social de Varones, el famoso Penal García Moreno. Ahí trabajaba como guía en las puertas o solo revisando a las visitas. Las mujeres no custodiábamos a los internos.” Con el tiempo le fueron conociendo y fue  ascendiendo. Llegó a trabajar en las oficinas aunque seguía perteneciendo a la Cárcel de Mujeres. “Mi nombramiento era de guía.” Lo más rescatable de su trabajo en la cárcel, fueron las amistades que formo. “Nosotros mismo hacíamos autogestión y pasábamos Navidad, Fin de Año, todas las fiestas hacíamos algo en grupo. Hubo muchos momentos bonitos”. Ese momento me pasa el álbum de fotos y en efecto, había una foto en la cual está rodeada de muchos compañeros en el patio de la Cárcel, con una amplia sonrisa.
El 7 de mayo del 2012 Gacela se desvinculó totalmente del sistema penitenciario. Que en ese año ya no era un sistema penitenciario autónomo, fue absorbido por el Ministerio de Justicia. Gacela se mantuvo un año después que el Gobierno de Rafael Correa empiece a comprar las renuncias de los trabajadores que formaban parte de las cárceles del país. Siguió trabajando en oficinas hasta Mayo del 2012. Un mes después, la mandaron a cumplir su nombramiento de guía en la cárcel de Azogues, donde fue notificada de su despido. Ella me habló bajo el seudónimo de “Gacela”. Que era como les decían los hombres guías dentro del Penal García Moreno a las guías mujeres.
“El gobierno de Correa ofrecía tan poco dinero a una persona que ha corrido tantos riesgos, tantas cosas dentro de un lugar donde estas tratando con el lado oscuro de la sociedad,  lo peor de la sociedad. Pero gracias a Dios seguí estudiando, mientras estaba dentro de las oficinas aprendí algo de abogacía y seguí estudiando. Estudié a distancia en la Universidad de Loja y ahora soy abogada.” Gacela formo su estudio jurídico. Tiene varios, por no decir la mayoría de clientes que son PPL que están en la cárcel de Cotopaxi. “Económicamente no es lo mismo que ganar un sueldo fijo como lo hacía dentro de la cárcel, pero con lo que gano estoy tranquila. Puedo dormir sin preocupaciones.” Al terminar de relatarme su historia, en su rostro se marcó una sonrisa, de felicidad al recordad su ex trabajo y a sus amigos. Comí algunas galletas que me ofreció y me retire de su casa. Salí con una gran incógnita ¿De qué forma se manejaba el sistema penitenciario en Ecuador?

Elaborado por Daniela Coral 

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