La vida cuando se trabaja armada de valor.
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¡Adentro, que se cierran las puertas!
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Con solo
dieciocho años empezó a trabajar en la Cárcel de Mujeres de Quito. Fue una adolecente
que tuvo que trabajar veinticuatro horas pasando un día durante doce años,
con personas privadas de su libertad.
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Gacela, el seudónimo
con el que prefiere que se la llame, es oriunda de Santa Rosa, una pequeña ciudad
de la provincia de El Oro. Llegó a los diecisiete años a la ciudad de Quito. Empezó
a contarme sus anécdotas en la sala de su casa. Ella sacó un álbum de fotos
viejas, pequeño, con un forro amarillo y con un poco de polvo. Tenía dieciocho años cuando entro a trabajar a la Cárcel de
Mujeres de Quito.
Se detuvo
por un momento y me dijo “Mijita de tanto hablar creo que nos va a dar
hambre, ¿Quieres un cafecito con pan?”. Acepté rápidamente. Y mientras ella
se dirigía a la cocina a preparar un café de chuspa traído directamente de
Loja, decía “desde que llegue a Quito supe que las cosas no iban a ser tan
fáciles. Sabía que tenía que trabajar de lo que sea.”
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En julio de
1987 Gacela decidió vivir en Quito junto con su hermana mayor Beatriz. Gacela
entro a la Universidad Central. Empezó a estudiar Psicología Educativa. Pasaba
el tiempo la vida se ponía más dura. No encontraba trabajo. No tenía ni para
los pasajes me cuenta entre tristezas. “Me discriminaban por ser de la costa
y tener dieciocho años”. A través de
una doctora que conocía a Beatriz obtuvo el trabajo en la Cárcel de Mujeres. “Su
nombre era Susana López, era amiga del director de la institución. Ella tenía
“palancas”, entonces recuerdo tan claramente que me pidió mi carpeta y no tenía
ni fotos. ¡No tenía fotos! Y como esta doctora era así como alborotada, me
dijo:”!Ya ándate al Ejido a tomarte las fotos! !Y vuelves rapidito!”
Y es así que
el 20 de enero de 1988, Gacela entró por primera vez a la Cárcel de Mujeres. “Después
de la llamada de este director, yo, cogí una maleta y fui a la cárcel que
quedaba en el Inca. Yo pensé que nos iban a dar un curso, nos iban a entrenar
o algo. ¡Nada! De una a trabajar en los pabellones a cuidar internas.”
Presas, Internas, PPL (Personas Privadas de la Libertad): nombres con los que
se les designaban a las mujeres que tenían algún delito y estaban dentro de
la cárcel cumpliendo una sentencia. Violencia, drogadicción, muerte, robos,
crímenes son las causas más frecuentes por las cuales las mujeres estaban detrás
de las rejas. En el CRS (Centro de
Rehabilitación Social) El Inca
cumplían su internamiento 728 mujeres, aunque la capacidad era de 370, lo que
significaba un hacinamiento de casi el 100 %. “Los primeros días eran
durísimos. ¡Me daba miedo!. Yo lloraba al principio. Salía de la guardia, me
encerraba y lloraba.”
Gacela trabajaba
24 horas, pasando un día. Y se acostumbró al horario. “Un día trabajaba y otro
día descansaba y así durante casi 12 años. A las 6 de la mañana ya tenías que
estar lista para dar el desayuno, hacer que las internas limpien los patios,
arreglen sus celdas, cosas así.” Entre risas, poco a poco Gacela va entrando
en confianza y comenta “en la cárcel no hay rutina. A veces me ponían de
turno en las canchas. Y en las canchas tenía que controlar las
lavanderías. Y cuando ya las internas
subían a sus celdas, me tocaba revisar los tanques de agua, porque a veces se
escondían ahí para fugarse. Al final del día les decía: ¡Adentro, que se
cierran las puertas!, y cuando revisaba que estaban todas, cerraba los
picaportes y ponía los candados”.
“Son 25 años
que yo trabajé en la cárcel. Cada interna es un mundo. Tengo muchas anécdotas
porque tú convives con ellas, pasas la mitad de tu vida junto a ellas.
Mientras ellas pagan su sentencia, tú las custodias.” Abrió el álbum de fotos. Por primera vez con
uniformes nuevos se veía en la primera hoja del álbum. Al voltear la página
del álbum se encontró con la foto junto a Rosa María Cajas. Y empezó a
relatarme su anécdota con ella. Rosa Cajas fue una de las encarceladas por
ser militante en “Alfaro Vive Carajo”. “Me acuerdo clarito que yo como era
pelada y me mandaron al juzgado con ella. En ese tiempo nada de esposas, ni
nada. Con ella ya teníamos un grado de confianza. Entonces a la salida del
juzgado me dijo: “Vamos a mi casa a comer”. Y yo dije: “bueno, pero solo a
comer”. Ese momento no medí el peligro. Solo fui confiando en Dios. Fuimos a
la casa de la mamá, nos dio de comer, nos atendió bien. Hablaron un rato. Y
cuando ya era la hora de regresar, cogimos un taxi y regresamos a la cárcel.
Gracias a Dios no pasó nada.” Al escuchar su anécdota no podía quedarme
callada y le pregunte ¿Cómo fue posible que no les mandaran en un carro de
la policía? Solo se sonrió.
Me
trasladaron al Centro de Rehabilitación Social de Varones, el famoso Penal
García Moreno. Ahí trabajaba como guía en las puertas o solo revisando a las
visitas. Las mujeres no custodiábamos a los internos.” Con el tiempo le
fueron conociendo y fue ascendiendo. Llegó
a trabajar en las oficinas aunque seguía perteneciendo a la Cárcel de Mujeres.
“Mi nombramiento era de guía.” Lo más rescatable de su trabajo en la cárcel,
fueron las amistades que formo. “Nosotros mismo hacíamos autogestión y
pasábamos Navidad, Fin de Año, todas las fiestas hacíamos algo en grupo. Hubo
muchos momentos bonitos”. Ese momento me pasa el álbum de fotos y en efecto,
había una foto en la cual está rodeada de muchos compañeros en el patio de la
Cárcel, con una amplia sonrisa.
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El 7 de mayo
del 2012 Gacela se desvinculó totalmente del sistema penitenciario. Que en
ese año ya no era un sistema penitenciario autónomo, fue absorbido por el
Ministerio de Justicia. Gacela se mantuvo un año después que el Gobierno de
Rafael Correa empiece a comprar las renuncias de los trabajadores que
formaban parte de las cárceles del país. Siguió trabajando en oficinas hasta
Mayo del 2012. Un mes después, la mandaron a cumplir su nombramiento de guía
en la cárcel de Azogues, donde fue notificada de su despido. Ella me habló
bajo el seudónimo de “Gacela”. Que era como les decían los hombres guías
dentro del Penal García Moreno a las guías mujeres.
“El gobierno
de Correa ofrecía tan poco dinero a una persona que ha corrido tantos
riesgos, tantas cosas dentro de un lugar donde estas tratando con el lado
oscuro de la sociedad, lo peor de la
sociedad. Pero gracias a Dios seguí estudiando, mientras estaba dentro de las
oficinas aprendí algo de abogacía y seguí estudiando. Estudié a distancia en
la Universidad de Loja y ahora soy abogada.” Gacela formo su estudio
jurídico. Tiene varios, por no decir la mayoría de clientes que son PPL que
están en la cárcel de Cotopaxi. “Económicamente no es lo mismo que ganar un
sueldo fijo como lo hacía dentro de la cárcel, pero con lo que gano estoy
tranquila. Puedo dormir sin preocupaciones.” Al terminar de relatarme su
historia, en su rostro se marcó una sonrisa, de felicidad al recordad su ex
trabajo y a sus amigos. Comí algunas galletas que me ofreció y me retire de
su casa. Salí con una gran incógnita ¿De qué forma se manejaba el sistema
penitenciario en Ecuador?
Elaborado por Daniela Coral
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domingo, 14 de agosto de 2016
Crónica Daniela Coral
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