Conflictos
de un hombre para llegar al sacerdocio
Soledad y alegría es el camino de un seminarista
El día sábado, Luis Estrada
estudiante del seminario de Ibarra comenta las emociones y tristezas de su formación.
Casi las siete
de la noche del día sábado y se encontraba Luis en las canchas deportivas de su
barrio. Me acerque a saludarlo. Me
comentó que ya estaba por terminar el curso y que se encontraba feliz por ello.
A Luis también le gusta hacer
deporte y por eso se encontraba en el lugar, a las siete y media era su partido
de indor. Le conté sobre mí deber y me dijo que con gusto me ayudaría. Entonces
le dije que me contara una de sus experiencias: lo hizo.
Eran casi las cinco de la
mañana cuando se despertó, miro por la
ventana y aún estaba oscuro, escuchaba el sonido de la lluvia mientras se
desperezaba. Luis Estrada un joven alto y delgado de apenas veinticinco años de edad,
de cara alargada, tiene cabello corto
y barba rizada, ojos grandes y
negros como capulíes. Al despertar se encontró en una habitación pequeña donde
lo único que había era su cama, un velador, un pequeño armario marrón y un
crucifijo pegado en la cabecera de la
cama.
En el velador
se encontraban dos fotografías,
una de Dios y otra de su familia. Aun recostado en su cama tomó la
fotografía de su familia y la contempló
tristemente recordando a su padre y a su madre.
Era una de esas mañanas
donde uno se envuelve en melancolía al
recordar a sus seres queridos. Recuerda
el último día que pasó con su familia y también
la primera vez que piso el Seminario. Se encuentra en la ciudad de
Ibarra, en la parroquia de La Esperanza. No sabía que el tiempo dentro del Seminario seria
lleno de sacrificios, los primeros meses fueron de sufrimiento al encontrarse
encerrado y más por no poder tener junto a él a su familia. Pero no era tiempo
para abatimientos. Debía levantarse pronto y continuar con sus actividades.
Se levantó, se arrodillo al
costado de su cama, inclinó la cabeza y empezó a rezar. Al terminar sus
plegarias se vistió rápidamente. Salió de su habitación para dirigirse a la
Capilla del Seminario junto a sus compañeros e iniciar sus actividades. La
capilla era pequeña con un altar en el
fondo azul como el cielo. Allí se encontraba la imagen de Dios y la Virgen de
la Esperanza, las paredes eran blancas como la luna llena y los pisos floreados
con una alfombra roja en el medio.
Quince jóvenes se
encontraban en la capilla, todos envueltos en armonía: se sentaron. El
Sacerdote ya los esperaba en el altar junto a Dios para iniciar con la meditación y las
oraciones. La eucaristía se celebraba todas las mañana.
“Fue difícil tomar la
decisión de ser sacerdote. A pesar de querer serlo y ayudar a los que me necesitan tenía otras alternativas. Me habría gustado
también ser médico”, dijo.
“Fue difícil dejarle ir de
mi lado”, dijo Yolanda, su madre.
“¡Mi hermano es muy fuerte
y luchador, lo único que quiere es ayudar a los que lo necesiten!”.
Dentro del Seminario no se
permite tener celular ni aparatos electrónicos, pero nos cuenta que varios de
sus compañeros tienen un celular para comunicarse con familiares y amigos.
Y es así como contactamos a Santiago,
joven otavaleño, uno de los compañeros
de Luis. “Con mi celular puedo
comunicarme con mi padres y amigos”, escribió el joven mediante la red social
Facebook.
Cuando pienso en los
jóvenes, me pregunto si yo podría hacerlo, pues, yo no soporto permanecer ni un
día encerrada en casa. Pero son muchachos valientes y luchadores no por
mantener el poderío de la iglesia, sino porque ven a esta profesión como una
forma de ayudar a los demás de una manera sana.
El seminario Mayor “Nuestra
Señora de la Esperanza” tiene 35 años de existencia, se fundó en 1980 en la
parroquia la Dolorosa gracias al monseñor Juan Larrea Holguín.
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