sábado, 13 de agosto de 2016


El diario vivir de los vendedores informales 
ELIDA MORENO. ( CRÓNICA)
La calle las camelias y las uvas , descuidadas , oscuras y peligrosas , son peligrosas  para deambular a eso de las 9 de la noche. La basura derramada en las veredas de la calle,  llaman la atención de los perros. La falta de asfalto  le dan una sensación de pobreza. Por la izquierda y derecha de las calles existen negocios de diferentes áreas. Las edificación son muy distintas, desde  casas muy arregladas hasta  pequeñas, construidas a  base de bloque y  techo  de zinc.
      Las cabinas telefónicas, víveres reina del cisne ,venta de muebles son los principales negocios formales que se pueden observar. Las ventas informales ,es decir , mujeres sentadas en las calles vendiendo pinchos , empanadas, motes con chicharrón  se ubican en las veredas  para vender sus productos. Los dueños de los locales tienen tolerancia hacia quienes se ubican al frente de sus negocios para tener clientela. Los niños que corren en las calles, personas que salen después del culto en la iglesia cristiana, padres de familia saliendo después de la reunión de la escuela ,  ISM  colegio privado cuya mensualidad es de 350 dólares, ocupan las estas calles.
Una señora  de nombre Margarita sostiene un platillo desechable de color melón. Sus ojos se engrandecen al momento de llamar  a su hijo. En su   falda negra, que le llega hasta las rodillas, la grasa se desliza.
Un señor  de textura gruesa, pequeño y unos bigotes escasos, le grita
-¡Señora estoy esperando para que me atienda¡
 La mujer desesperada por atender a los demás, no utiliza utensilios para sacar el  alimento del recipiente verde y el mote en un canasto color miel enredado con una funda plástica transparente. Con sus manos saca el mote y el chicharrón como si fuese una maquina.
Por la otra calle  se encuentra un local pequeño. Sus paredes pintadas de verde claro, el piso de cemento, el color plomo propio del cemento  ya no se nota, más bien es negro parce que no lo asean desde hace mucho tiempo, en sus paredes cuelga unos racimos de bananos y unos centímetro más una pequeña televisión donde no se visualiza bien la imagen. En el centro hay una mesa de color blanca y plástica con unas sillas del mismo color.
En ese local se percibe el olor a aceite, plátanos fritos y papas . El humo que sale hace lagrimar los ojos de la dueña que está preparando unas cuatro salchipapas  para  las personas que salen del culto religioso. Con su mandil seca el sudor que le recorre en su rostro y  con la otra mano saca las papas de la freidora.
 Sin embargo a unos metros de distancia un señor que vende mollejas con papas invita a los  transeúntes a probar sus platillos
-Venga que se acaban.

Así sucesivamente en medio de gritos de niños, el paso de vehículos, un chófer de auto bus hace sonar la bocina varias veces, el sonido irrita a los demás conductores de vehículos. Se produce un malestar . El transito no se mueve en la calle de las camelias.
Pasan los segundos, minutos y horas. Son las 10 de la noche  y poco a poco se va despejando el lugar. Los dueños de locales, cabinas  telefónicas, cybers, muebles, cierran. Mientras tanto los vendedores informales en las calles recogen sus pertenecías y se retiran. Ya no se observan carros, transeúntes, vendedores, la calle está abandonada, inclusive el alumbrado es poco. Solo los perros en las calles rebuscan, en las fundas de basura, alimento alguno.

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